martes, 22 de septiembre de 2009

Pharmakon: bálsamo y veneno

I'm taking a ride with my best friend
I know he never lets me down again


Aunque apenas son las 6:30 p.m., varios concordamos en que pareciera ser más tarde.

Luego de ganarle a cabezazos una batalla al sueño, atrincherado entre muchas tazas de café y un acta de reunión gerencial, alisto mis cosas y me preparo para salir de la oficina hacia mi casa sin miramientos, sin más objeto que entregarme a esa práctica necesaria a la que solemos hacerle el quite, ya sea por mero hobby o por un sentido desvelado de la responsabilidad.

Mientras me despido de un par de presencias en mi Messenger, una llamada perdida silenciada por la ocasión me recuerda que estamos de Festival de Arte y que, por no dejar, vale la pena tomar la revista cultural y consultar la programación, para ver qué me voy a perder hoy. Grave error para el cuerpo; gran acierto para el espíritu, admitiría al día siguiente, aún somnoliento. Un año después de enterarme de su existencia y de severo antojo, Pharmakon, la pieza teatral de Sandro Romero, estaba en Cali, a mi alcance.

He knows where he's taking me
Taking me where I want to be
I'm taking a ride with my best friend


Minutos antes de llegar a la estación de La Ermita, medito seriamente sobre la decisión tomada: he concertado encontrarnos en la Casa Proartes, pues no sólo el plan es gratuito, sino que no todos los días tienes a Juan Manuel Roca recitando en la ciudad. Sin embargo, cocaína mata tinto, y luego de hacer la parada, me apresuro a la taquilla del Isaacs a hacerme al par de tiquetes que me dejan apenas con el saldo suficiente en mi móvil para cambiarle el plan a mi acompañante a quien, por suerte, mi persuasión la había alcanzado más pronto que mis palabras y ahora se dirigía hacia acá.

We're flying high
We're watching the world pass us by


Ahora que las luces se van apagando, desde el palco observo unos pies en pantuflas bajo la cortina del montaje y una silueta temblorosa que evidencian el comienzo de una apología a toda una vida agitada en una coctelera llena de drogas y alcohol, de amores, pasiones y genialidades, de familia, amigos y tradición. Es la instantánea de un hombre que destruye su templo para construir una escuela, para quienes lo rodean, lo admiran y admiten con resignación ese viaje sin retorno hacia una inmortalidad dolorosa mediante su obra.

Never want to come down
Never want to put my feet back down on the ground


Alejandra no se transforma en Mayolo. En un acto de nigromancia en sí misma, Alejandra le permite a Mayolo abrirse paso entre su carne, romper sus huesos y estirar su piel hasta mostrarse crudo, visceral, como una criatura que quedó pendiente por mostrar en alguna obra póstuma, frente a una terminal Videodrome, donde se puede contemplar al mutante hacer comunión con sus logros y sus temores, que vienen siendo casi la misma vaina. Con el devenir de los actos, va quedando en el ambiente ese miedo a admitir que toda reacción corporal de la artista es más que natural o aprendida; es el certificado de asistencia a un encuentro compartido con los excesos, del que ella y pocos saben regresar indemnes para darnos testimonio.

Never let me down
Never let me down


Una hora y un grutazo después, de regreso a casa, retumban todavía en mi cabeza mis propios aplausos y ovaciones, de aquel momento final en que Alejandra levanta sus brazos y sus ojos hacia el cielo, agradecida con el verdadero protagonista de permitirle atracar de nuevo en el puerto de la cordura. Una experiencia que te coge por sorpresa un lunes por la noche y te manda a la cama satisfecho, con unas horas menos de sueño para descansar, pero con una experiencia teatral más que vale la pena compartir con ustedes.

See the stars, they're shining bright
Everything's alright tonight...

2 comentarios:

NubE dijo...

Muchas gracias, Sama. Tu entrada fue un baile suave, una melodía para escuchar con la luz apagada... una verdadera lástima haberme perdido esa obra.

kxi dijo...

Qué dolor, qué dolor, qué dolor. No con tanta anticipación conocí la obra (creo que por la misma fuente). Tenía muchas ganas de verla y me había prometido estar muy pendiente de su estreno (sabía que ellos no podían dejar a Cali sin gozar de Mayolo una vez más). Pero no, despreciables motivos laborales no solo me impidieron asistir ese día sino también empaparme de este festival que cada vez le retorna a la ciudad aquello que antes fue y ya no es.

Gracias Sama por hacerme rabiar de la envidia, que igual feliz soy de saber que al menos vos, lo disfrutaste.