jueves, 29 de octubre de 2009

Los Lunes Al Sol (2002)

Por fin. Se conjuraron a los astros no sólo para que Cali tuviera su propio festival internacional de cine, sino para que pudiera volver a recorrer mis pasos por mi ruta cultural de antaño, al menos en la estación de los jueves en la Fundación Hispanoamericana. Valga anotar que este espacio sigue siendo el mejor en su propósito, tanto por su selección de ciclos de autor como por la incomparable calidad de sus reseñas y sinopsis.

Algo que he aprendido de los festivales de cine a los que he asistido ha sido a valorar la selección hecha por encima de las fechas o los países en donde ha sido concebida cada obra que la conforma. Desde luego, cada quien tiene su formación y, de acuerdo con lo que haya visto y leído sabe, menos que más, a qué atenerse en ciertos casos; además, está presente esa expectativa con respecto a lo nuevo y se percibe en el ambiente el aroma dulzón de las palabras 'preestreno' o 'selección oficial' puestas en la marquesina. Al final, la imposibilidad de verlo todo, junto con nuestra capacidad de sorprendernos o decepcionarnos, nos dan la satisfacción paladeable de estar asistiendo a un verdadero festival de cine. El día de hoy les comparto este templado sabor mediterráneo que me ha dejado la película de esta noche: Los Lunes Al Sol (2002).

En una ciudad costera española, transcurren las vidas de un grupo de amigos y ex-compañeros quienes, en vista de haber sido despedidos del astillero donde trabajaban, pasan sus días entre la búsqueda de empleo, los partidos de fútbol y las copas que departen en el bar de uno de ellos. Del argumento, no hay más que decir, ya que resulta poco relevante con respecto a las historias particulares de cada protagonista, las cuales casi que pueden traslaparse entre sí para dibujar una sola silueta, como si la situación que viven les diese, tarde o temprano, una forma similar, una hoja en blanco en donde cada quien dibuja como quiere, con los lápices que el destino les va entregando o quitando.

Al observar los minutos introductorios, usted se puede desanimar esperando toda una apología a los derechos del obrero, represados por el Estado a través de sus organismos, pero, para fortuna suya y de los personajes, es sólo un vistazo social que pretende contextualizar. Una vez iniciada la marcha, la película transcurre a través de una cornisa, con un balanceo natural entre la comedia y la desazón, donde el optimismo y el pesimismo son confrontados con cada realidad, pero sin perder ese equilibrio que se busca mantener, incluso musicalmente. La película zarpa, le da un paseo de dos horas y le deja exactamente en el mismo sitio de donde partió. Revise entonces sus bolsillos porque, tal vez le dejó algo a cambio de lo que le quitó; o sencillamente, se lo cambió de bolsillo.

Quizás usted nunca se tope con esta buena obra, o tal vez no le dé su oportunidad en el momento de encontrarla. No hay problema. Tal vez sea mejor así. Es de aquellas películas que se disfrutan mejor sin conocimiento de causa. Por esta razón, vaya al festival y descubra la suya, si aún no lo ha hecho. Todavía tiene tiempo y espacios para hacerlo y, por qué no, para que nos cuente después.

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