martes, 3 de noviembre de 2009

¿Cómo se cata el vino?

Umm, bueno, creo que todavía es martes...

Hace ocho días regresé, e intento con mucha fuerza no dejar que la rutina me lleve a alejarme de nuevo de las palabras. El pasado veinticinco de septiembre, nuestro Manual de Instrucciones cumplió su segundo año de vida, y a diferencia del año pasado, éste pasó en limpio. Ninguno de los integrantes del Manual publicó algo alusivo al cumpleaños que diera paso a la celebración de la existencia de este espacio mágico y agradable que se ha convertido en comunión y esparcimiento para varios geeks y para otros no tanto. Todo parecía indicar que a una corta edad el Manual perecería. Pero eso no quería decir que no pudiéramos celebrar el tiempo que nos había brindado hasta entonces. Inventando otras excusas como esa, Mauroz organizó una cata de vino para reunirnos, la cual disfruté mucho.

¿Y qué es una cata de vino?

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra catar como la acción de probar, gustar algo para examinar su sabor o sazón. Así que una cata de vino es probar el vino para examinar su sabor o sazón. Simple. Pero resulta que el vino se examina no sólo con el gusto, sino con los otros cinco sentidos. Así que no basta con una degustación corriente para hacerlo. Por eso se organizan las catas.

Y cómo se cata el vino?

Lo primero que sugiero es organizar un espacio propicio para hacerlo que cuente con las cepas necesarias para la cata, un conocedor del tema, las herramientas (ya hablaré de ellas más adelante) y todos sus sentidos dispuestos al placer. Esto lo puede hacer con algún proveedor de vinos, restaurante u organizador de eventos, pagando una "módica" suma y estirando el dedo meñique durante algunas horas o puede reunir a un conjunto de ignorantes y pretenciosos amigos que estén dispuestos a catar el vino como en el barrio y romper los esquemas. Particularmente la última me suele gustar más. Sobre todo, porque por encima del misticismo que encierra la deliciosa bebida y la fuerza con la que ha logrado el fuerte mercadeo de ella invadir nuestras vidas, yo creo que está algo sobre ponderada. Es decir, una botella de vino es algo maravilloso, deleitar sus sabores es algo envidiable, pero no es más envidiable que disfrutar de una fruta fresca, recién bajada del árbol, y hacerlo en cualquier época del año. Ya quisieran los habitantes de los países con estaciones pasar su almuerzo con jugo fresco, ya quisieran. Aún así, aproveche que el vino ahora está más barato y déjese llevar por la magia (ya que el jugo de mágico, nada de nada).

El motivo, como mencionaba antes es lo de menos, ahora la forma de hacerlo, esa sí es divertida. Nosotros, decidimos comprar cinco botellas de vino de la misma marca (Gato Negro), pero de cepas diferentes y acompañados de tabla de queso, pollo albino (Mauroz se esforzaba en explicarme que era "al vino", pero nunca entendí), galletas y queso cheddar enfrentarnos a los sabores, que nos pudieran ofrecer.

Casi como un ritual, elegimos el orden de las botellas y nos ofrecimos al placer del paladar (debo admitir que a pesar de mi disertación anterior sobre el jugo y el vino, éste último permite unas sensaciones diferentes en cada parte del cuerpo) y del alma. Carménère fue la primera botella, con la cual Mauroz nos invitó a ver el vino, a lo cual Sama replicó con la ávida acción de levantar la copa; pero no para tomar, sino para ponerla a contraluz y mostrarnos la aureola y las patas que el vino dejaba al ser agitado en la mesa para mezclar mejor el oxígeno con su sabor. Bueno, lo intentó, pero la genorosa dosis que Mauroz sirvió en la copa se lo impidió. Luego seguimos cortando el sabor y el olor del vino con galletas y café (las herramientas) y procedimos a degustar también un delicioso Malbec argentino (el único, los demás eran chilenos), el cual hasta antes de la cata había considerado mi favorito. Recordando aquella fabulosa película que tradujeron como "Entre copas", introdujimos la nariz en nuestras copas para permitir que los taninos no sólo navegaran sobre nuestra lengua sino a través de nuestras vías respiratorias y nos embriagaran de su sabor. Seguimo con el que ahora es mi vino favorito: El Syrah, un vino gentil que supo someternos. Más dulce que los demás (será porque es más parecido a la frescura de los jugos que supo engancharme). Con las lenguas un poco adormecidas, pero al mismo tiempo más fluídas en la conversación también palpamos nuestras copas y dejamos que los sabores nos estremecieran.

El Merlot, que nunca nos defraudará como regalo supo llegar en buen momento e inundó con todo su sabor nuestras bocas que ya deleitadas en sabrosos manjares se confundían para decidir qué sabor querían repetir en una cercana y próxima ocasión. Cuando el sueño y la responsabilidad nos anunciaban la partida, rápidamente, el tal vez más popular de todos, Cavernet Sauvignon supo cerrar la noche con un sabor que se hizo más suave que de costumbre, después de haber bailado con cada uno de sus hermanos.

Era una noche bella, de recuerdos y pequeños placeres ofrecidos por Baco, cuando no recuerdo a qué energúmeno se le ocurrió la idea de romper el protocolo y mezclar a todos los hermanos en un gran baile final para nuestras lenguas. "¿Queeeeeeeé?" dirá el más papista de los catadores, al leer estas palabras. Ante lo cual un irrespetuoso de estas costumbres, como lo soy yo le dirá. Y sí! Fue así la cosa! Y no sólo eso, te invito a que lo hagas. Mezcla las cinco cepas y sabrás que cada una independiente de las otras cuatro es una pobre ordinaria y miserable ante la maravilla obtenida en conjunto. Lo malo es que ahora para lograr mi sabor favorito, tendré que tener cinco botellas en mi nevera esperando la inusual mezcla que ansía ese sexto sentido que Mauroz estuvo explicándonos esa noche. O bien, podré visitar a Mauroz y pedirle una copa de la botella que guardó la bienaventurada mezcla.

Ok, ya no es martes.

1 comentario:

Andrea dijo...

Excelente noche, la cata de vino fué maravillosa y la compañía la apropiada...además no hay como negarlo, esa mezcla de sabores quedo deli... afortunadamente todavia existe un poquitin en la nevera..