sábado, 14 de noviembre de 2009

Instrucciones para viajar a Salento II parte

Mucha gente dice que las segundas partes no son buenas. Y puede tener razón, pero en las películas; en los viajes la cosa es diferente. Cada vez que uno recorre un sitio que ya ha recorrido tiene la oportunidad de remembrar el primer momento en que estuvo allí.


En este caso es una segunda parte por dos razones. La primera es que Sama ya nos había regalado unas bonitas y muy útiles instrucciones para realizar el viaje y la otra, es que era la segunda vez que iba a Salento.


Lo primero que debe hacerse para ir allá es tener las ganas. Yo me las había generado desde la primera vez que fui con mis amigos del colegio en el último año y nos tomamos una cantina de piso de tierra y grabadora para armar tremenda rumba. Hoy en día la cantina sigue siendo cantina y es la más visitada del pueblo, pero ya tiene piso baldosa y un sonido poderoso. Pero las ganas se despertaron más cuando leí con cierta envidia el paseo maravilloso que realizó sama. Por otro lado, las ganas de mi novia también venían en crecida desde que visitó el Eje Cafetero y despertó un enamoramiento hacia esa tierra. Dado que el permiso para ausentarme de mi trabajo un par de días y poder realizar un viaje más largo no llegó, pues las ganas se convirtieron en GANAS. Fue un paseo de desquite, hecho con ganas.


Lo segundo que debe hacerse para viajar es leer estas instrucciones. Punto. Lo tienen todo.

Lo tercero es comenzar a cambiarlas a su antojo. Por ejemplo, en vez de irse en bus, si tiene la posibilidad puede irse en carro. Si viaja sólo o con un acompañante es más caro, mientras que si llena el carro de gente, pues le sale más barato que ir en bus, porque puede distribuir los costos de la gasolina y los cinco peajes que se va a encontrar. Particularmente, aunque no me gusta manejar, me parece rico ir en carro, y más en plan de paseo. Porque uno se puede parar, tomar una foto, tomar el aire, saltar, gritar y cantar. Porque puede perderse y volverse a encontrar y porque muchas cosas se puede inventar. Además porque salvo que se encuentre con algún trancón, está más seguro de la hora de llegada que cuando tiene que ir a luchar en un terminal la cola de salida en un puente, que es cuando más viaja la gente. Total, máses y menoses (jejeje).


Entre los más y los menos, y las cosas que puede modificar está la hora de salida. Yo decidí (por cuestiones laborales) no tomar la sugerencia de Sama de salir temprano, sabiendo que perdería el primer día. Llegamos en la noche y dando vueltas por las carreteras del Quindío, que aunque tan buenas como las del Valle, poco o nada iluminadas y pobremente demarcadas. En una noche llena de lluvia y disfraces de Halloween, con un poco de aprensión por un lado y espíritu de aventura por el otro, sólo media hora más tarde de lo previsto, aunque recorriendo varias veces el mismo tramo. Gozando un poquito de la hospitalidad del armenio (no tengo claro cómo es el gentilicio) que con vigor le indica a cualquier chinazo* cómo es que se llega a Salento.


En cuanto al hospedaje, si tomamos la recomendación de Sama. Visitamos la bonita hostería Calle Real, gozando de la buena comida y gran hospitalidad de Doña Ana Cristina, su esposo y la gente que trabaja con ella. Es un plácido lugar donde ves entrar extranjeros todo el tiempo y te sientes viajero del mundo. Para una pareja o varias que quieran habitaciones separadas este lugar es ideal. Por parte de la comida, pues me sentía en el paraíso, pues yo podría comer pescado todos los días de mi vida, y siendo la trucha un pez tan sabroso además acompañado de bebidas como el canelazo, los hervidos, cerveza e incluso sangría; era algo soñado. Por parte de mi acompañante que no disfruta el pescado como yo, pues también pudo gozar de algún crep de pollo con champignones o un queso con trucha (trucha gratinada, que sabe más a queso que a trucha) para calmar sus placeres alimenticios.

También seguimos el consejo de Sama de ir al Valle del Cocora. Ah, lugar bello ese. Tiene unos paisajes que lo llenan a uno de paz y armonía. Además, tiene un aire que le renueva a uno el tanque pulmonar para afrontar la contaminación de la ciudad por una semana. Es bellísimo, frío y delicioso estar ahí. Se puede observar cómo crían las truchas y también comer ya sea barato y rico y caro y cómodo. Lo barato no es incómodo, pero no tiene los paisajes, la música y el ambiente que le hacen pasar un rato mucho mejor a uno (tal vez de ahí las cuentas de Sama sobre la comida necesaria y la innecesaria). Lo único que quiero advertirles es tener cuidado con la hora de llegada al restaurante. Esto puede hacer que su momento sea placentero o muy doloroso (por la gastritis que se le puede desarrollar mientras espera).

Finalmente las chucherías (obvio también tomamos muchas fotos y nos ganamos muchos minipuntos). Son estupendas. Hay de todo tipo: baratas, caras, bonitas, feas (que son bonitas a su modo), funcionales, inútiles, asombrosas, iguales a lo ya visto antes. En fin, hay para escoger como niño en juguetería. Tal vez, si tienen mayor fluidez, mi recomendación es llevar buen dinero, puesto que aunque ya muchos reciben tarjeta, la mayoría no lo hace. Y éste puede ser el lugar para mercar los aguinaldos y regalos de cumpleaños atrasados. Eso si, lleve sencillo. Es difícil encontrar quien cambie un billete grande en el pueblo.

Con esto los dejo en Salento, para que lo visiten y lo disfruten.

*Nota: Chino es una expresión de algunas regiones del país para referirse a un niño o un jóven. En Cali no decimos Chino, sino Pelado y en Barranquilla dicen Pelao.

2 comentarios:

Sama dijo...

Hombre, pues qué bueno que la hayás pasado tan bien como yo. Y qué mejor aún poderlo leer en nuestro Manual. Hasta los instructivos necesitan de dos o más ediciones.

c1n1c4 dijo...

muy buen post. Durante las vacaciones de julio tuve también la oportunidad de visitar la zona cafetera y es definitivamente un buen destino vacacional. Me haz dejado con un gran antojo de visitar Salento.