jueves, 25 de octubre de 2007

Contar la Vida

Con este artículo inauguramos los jueves del Aleph. Un punto desde donde podremos ver todos los textos, desde todos los puntos de vista posibles. Habrá diferentes dinámicas de acuerdo al estado de humor del que está perdiendo el tiempo escribiéndolo (osea mipersona).

Hoy empezamos con una de las modalidades que más me gustan, y es el rescate de las joyas literarias; esos textos que por su breve tamaño, por su sencillez y complejidad, valen más que páginas y páginas de pesados y aburridos textos que algunas veces nos encontramos por ahí. Justamente consiste en la hermosa simpleza de un texto de un Estadounidense, que sin más preámbulos se los obsequio:

Contar la Vida
Por Tennessee Williams

Traducción de Juan José Hernández

Extraído de la Revista El Malpensante


Después de acostarse por primera vez con alguien, sin la ventaja o la desventaja de una relación previa, es muy probable que la otra persona te diga: háblame de ti, cuéntame tu vida, toda tu vida.

Y de buena fe piensas que realmente tiene interés en conocer tu historia; enciendes un cigarrillo y empiezas a contarla, ambos ya descansados, desparramados sobre la cama como un par de muñecas de trapo dejadas por una niña aburrida.


Le cuentas tu vida, o lo que el tiempo, o cierta prudencia te permite contar, y oyes decir: Oh, oh, oh, oh, oh, hasta que el último oh es un sonido apenas perceptible.


Y entonces, por supuesto, se produce una interrupción. El camarero, que tarda en llegar, aparece con un bol de cubos de hielo que se derriten, o bien uno de ustedes se levanta para orinar y contemplarse, con suave desconcierto, en el espejo del cuarto de baño. Y entonces lo primero que adviertes antes de que hayas tenido tiempo de retomar el hilo apasionante de tu historia, es que te están contando ya su propia historia, tal como pensaban hacerlo desde un principio. Y tú, a tu vez, también exclamas: oh, oh, oh, oh, cada vez más débilmente, apenas un suspiro, mientras el ascensor, hacia la izquierda, a mitad del camino del corredor, exhala un último, largo y profundo suspiro de postración y deja de respirar para siempre. ¿Luego?


Bueno, uno de ustedes cae dormido, y la otra persona hace lo mismo con un cigarrillo encendido en la boca, y así es como la gente muere incendiada en los hoteles.


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Como les advertí, fue corto, simple, y sumamente enriquecedor. Una muestra más que las cosas hermosas no tienen que durar por siempre (así como nuestros dos personajes tampoco duraron por siempre). Es un texto muy al estilo de Chejov, revistiendo de hermosura la cotidianidad, pero aun un poco mas endulzado por los matices de un momento especial, y con la pimienta que le agrega un final completamente inesperado, sin ser explosivo como se volvió cotidianamente el cuento.

Por supuesto no dice realmente nada, pero esa es parte de la grandeza, que no tiene realmente que decir nada para ser lo que es, solo tiene que ser en si mismo. Una muestra más que este tipo de cosas no son hechas para ser analizadas, simplemente disfrutadas.


Mauro Z

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahhh Con que ahora tienen blog para los cuentos, muy bien par de desocupados.

Mauro Z dijo...

Entre otras cosas Andres, entre muuuuchas otras cosas.

kxi dijo...

Bueno somos más que un par de desocupados: Somos un cuarteto de desocupados! Y pos quedas invitado a enviar tus cuentos para la sección de los viernes si te place.

En cuanto al cuento que Mauro nos trae... Gracias. A ponerme al día con mis Malpensantes...

Anónimo dijo...

Bueno desocupados o no, a mi me gusta... sera que tambien soy desocupada???

En fin, de este cuento solo puedo decir que me parece una forma sencilla de mostrarnos como siempre la espontaneidad termina llevando el curso de las cosas...

Anónimo dijo...

Como siempre Mauro que buen final!!