martes, 21 de abril de 2009

¿Cómo se entra a la Bombonera? (parte 2)

Como lo prometido es deuda y como el que persevera alcanza, y como tanto va el cántaro al agua hasta que al fin se rompe (je je, redundancia de dichos, aunque el último está acomodado), les traigo la segunda parte: Lo logré, entré a la Bombonera.

Paso 0: Primer intento
Creo que lo puedo resumir en el artículo que ya vieron, aunque este paso es totalmente omisible.

Paso 1: La fila y la hora de la taquilla
Es indispensable asegurarse con fuentes confiables, como el periódico o la taquilla misma, el horario y la fecha de la venta de las boletas. Esto, claro está, porque no es agradable ir a hacer fila tarde, o más temprano de la cuenta, o un día que no venden las boletas, o cuando ya las han vendido antes:

Te despiertas a las 5:30 de la mañana en un país que está dos horas antes que el tuyo en la organización meridional que Londres ganó. Es decir que son las 3:30 de la mañana en tu país de origen. Con todas las expectativas y la adrenalina, por alguna circunstancia, en un nivel alto sales de hostel en una fría mañana de otoño rumbo a la Bombonera. Te aseguras de tener monedas para la ida, y partes rumbo a la "peligrosa" Boca. Al llegar hay sólo siete personas antes que vos en la fila y hablan cordialmente sobre las historias pasadas. Sobre cómo se quedaron dormidos después de la celebración de un partido en Caminito, tirados en la calle y un gendarme los levantó a patadas por estar boquiabiertos, trasnochados y medio borrachos en un sitio turístico. Un sitio que no debe ser manchado, para que los hermanos sudacas y europeos sigan visitando el barrio. Hace esa fila, sin preguntar nada, para no mostrar que no eres de allí, pero con los oídos bien abiertos, atentos a cualquier información. Cuando ellos beben gaseosa en dos litros tú desayunas el emparedado del día anterior que paseo por todo Buenos Aires. Cuando llega alguien y pregunta por la fila y las boletas tú anotas todas las respuestas. Ante la inequívoca existencia de una única fila, tú sabes que no te has equivocado. Mientras atento registras todo, la gente se levanta de sus puestos, se endereza, busca un árbol retirado para orinar y vuelve, puedes ver como un informado que trae el periódico llega a transmitir su novísimo conocimiento a los demás. "Ayer abrieron a las diez de la mañana, y aquí dice que hoy abren la boletería a las doce del día" - "¿en serio?" - "aquí lo dice papa, si quieres mira". Como una patada en el estómago, te das cuenta que vas a pasar cinco horas de tu tiempo de vacaciones haciendo fila para ver a un equipo con el que simpatizas, pero que no es realmente tu equipo. Allí, decides irte. No sin antes hacer unas cuentas rápidas. Porque igual quieres ver el partido. Debes decidir si vuelves a la fila a las doce del día (cuando ya no hayan veinte personas sino ochenta o cien, o cuando ya no hayan boletas), o si pagas por el tour, que no sólo es 7 veces más caro, sino que también, ya te quedó mal una vez). Lo piensas, caminas, sales de la fila, vas a la taquilla, buscas un anuncio. Y decides marcharte.
Paso 2: El tour
Hay varios tours, que prestan el servicio. Realmente no se el nombre del que me llevó. Es probable que fuera el mismo que me recomendó Er. No lo sé. Sólo sé que la primera vez, todos dijeron no comprometerse, y el único que lo hizo quedó mal. En esa ocasión había problemas porque la barra brava (La doce) había peleado en el torneo local. Ahora era copa. El hostel aseguró que con la gente que trabajan siempre, y que por seriedad, no se habían comprometido la vez pasada, en esta ocasión sí lo hacían. Así que confié:

Puntualmente, te recoge una camioneta, con un conductor con alma de conductor de Papa Gayo, y una rubia muy entusiasta, que habla español, inglés e italiano con increíble fluidez. Una porteña, muy porteña. Subida, y creída como la mayoría de los porteños, pero cálida, amable y risueña. Se hacía querer. Ella, explica en los dos idiomas (inglés y español), y usando bromas en qué consistía el tour: Ir a un lugar, el cual no recuerdo el nombre que ella le daba, a comer Choripan con chimichurri. Un chorizo metido en un pan francés, nada del otro mundo. Pero rico, y mágico, al fin y al cabo. Y el chimichurri, no sabes por qué no preguntas la receta. Después, entrarían temprano al estadio y se acomodarían cerca unos de los otros en popular, pero en frente de La Doce. "Estás loco, si querés estar con ellos. Bueno salvo que les pagués 300 dólares, ahí hasta te cuidan y te miman". Ves el partido, se te pone la carne de gallina (pero no como los de River) y salen todos juntos para el hostel. Un carro con un Guatemalteco, unos españoles, una italiana, una londinense y unos amables gringos completan el tour.

Cuando entras a la Bombonera, todo es mágico. Los cánticos no se hacen esperar. La gente paciente, se anima y anima al equipo. El estadio medio vacío ya retumba. Todo es fiesta, todo es alegría. Hay tiempo para las fotos. Escuchas muchos acentos que balbucean, mientras se aprenden los pegajosos coros y se unen a la masa. También escuchas otros acentos más comunes, los argentinos en su constante argumento-discusión "pelean" por la falta de espacio, por el que llega temprano, por el que llega tarde, porque sí y porque no. En fin los equipos salen a la cancha, y entre silbatinas y alegres sensaciones el partido comienza y justo cinco minutos después La Doce entra. La gente no para de cantar antes de su llegada, pero ahora lo hace con más fuerza, con más organización, con más ánimo. Es un momento mágico. Cuando hace un gol Boca, y más cuando lo hace el rival, porque es entonces cuando el estadio empinado canta más duro y ensordece y ahorca al rival. La noche termina con un tres uno a favor y la euforia colectiva se ahoga en las calles felices y colmadas de hinchas que van a dormir a sus casas o a tomarse una cerveza.
Paso 3: Dormir
Uno puede celebrar, e irse a tomar una cerveza antes de este paso. De hecho es recomendable, para expresar la inmensa alegría de un sueño cumplido, pero si está muy cansado, por la extensa jornada (no incluida en estas instrucciones), dormir placenteramente con la barriga llena de mariposas felices (como si estuviera enamorad) y con la piel todavía erizada, con los cantos todavía en la cabeza, es cercano a lo que se siente parado en frente de una catarata.

1 comentario:

Macaco dijo...

Yo nunca he ido como espectador a un partido. He escuchado muchas veces que es una sensación de felicidad indescriptible, pero eso aún no me ha hecho decidir a ir a uno.

Creo que la falta de equipo a quien aupar es lo que me ha hecho falta.