jueves, 29 de noviembre de 2007

Órgano Cardiaco Verde y Saltarín

Hoy el Aleph les trae unos extractos que les tocará identificar, y digo “identificar”, porque a pesar de que claramente fueron sacados de “Corazón Delator”, en realidad fueron extraídos de dos lugares diferentes, y posteriormente fueron cínicamente mezclados, únicamente para el deleite de este descuartizador de textos. ¿La razón de esto? Como Jack el Destripador, solo por placer, pero iniciado porque precisamente “Corazón Delator” fue la más grande y mejor sorpresa de este fin de semana en la capital. Claro, todo esto fue sin el permiso de Gustavo y mucho menos de Edgar, pero bueno, espero no se enojen:

EXTRACTOS DEL CORAZÓN DELATOR
Autores: Edgar Alan Poe y Gustavo Cerati
Vil Mezcla: Mauro Z

"[…] Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. […] en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido.

[…]


Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marchara. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Hay algo oculto en cada sensación, ella parece sospechar, parece descubrir en mi debilidad los vestigios de una hoguera. Oh, mi corazón se vuelve delator, traicionándome. Ella lo puede percibir, ya nada lo puede impedir. Un dulce pálpito, la clave intima se va cayendo de mis labios, como un mantra.

-¡Basta ya de fingir! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanta esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!"



Por supuesto este texto tiene una interpretación directa. Simplemente un esquizofrénico que no entendió la alteración de su realidad y tras dejarse llevar, mató a un viejo… luego esa misma esquizofrenia lo llevo a escuchar como un testigo gritaba por su crimen.

Pero podemos ser mucho más románticos y encontrar algunas interpretaciones metafóricas. El corazón delator puede ser ese Pepito Grillo que todos tenemos dentro, y que nos recuerda no hacer el mal, o que nos impulsa a confesar cuando hemos hecho algo presuntamente incorrecto.

Por otro lado, el corazón delator puede ser simplemente nuestros nervios, que nos hacen cometer torpezas porque nuestro biorritmo se acelera, y con él las pulsaciones (y el sudor, y la velocidad).

Aun yendo más allá. El corazón delator puede ser aquel que le grita a la chica que nos gusta, pues que nos gusta, a pesar que nosotros tratáramos de evitarlo para hacernos los interesantes. O aquel que le narra al oído lo enamorados que estamos a pesar de querer demostrar que somos unos machos que no sentimos más que euforia y pasión carnal.


Claro, Gustavo también tiene la culpa de esta última interpretación, que se le va a hacer. Pero se que se me escapan muchas mas. ¿Que les pareció el monstruo de retazos que armé?, y ¿que otra cosa pueden sacar de él?

Mauro Z

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Corazón delator...aquel que puedes percibir con su fuerte y agitando pum, pum, pum, pum, al reposar la cabeza en el pecho de tu pareja después de llegar juntos al orgasmo...

y si, corazón delator fue una de las mejores sorpresas de esa noche!!!

Mauro Z dijo...

Gracias K-chu por tu comentario, ese es tal vez el momento más delator.

Para los interesados en leer el cuento original de Edgar Alan Poe (traducido por Cortazar) lo pueden encontrar en este link:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/corazon.htm

Y para los que quieran leer la letra de Corazón Delator de Soda Stereo, pues hay muchas páginas en San Google, les dejo una:
http://letras.terra.com.br/soda-stereo/321386/

Sama dijo...

Son las 8:25 de la noche. Entre mis piernas, bajo la mesa, lo contemplo otra vez. Estoy en mi tercer vaso de Bourbon, esperándola; ojalá no haya arruinado mi aliento porque una primera palabra acompañada de un tufillo nervioso, como un señuelo, podría prevenirla. Esta es la cita que no debe salir mal. No puede. La corbata aprieta un poco, no tanto, pero el lino roza mis poros, y los zapatos tallan en las puntas. Es algo normal cuando estrenas, pero cada uno es un anuncio; hay algo oculto en cada sensación. No logro saberlo. O tal vez, no quiero.

¿Que si deseo ordenar algo más? Oh…no, no, espere un momento (¡gracias al cielo llegaste!). Lo llamo en un momento, está bien? Hola mi vida, estaba preocupado; pensaba llamarte al móvil… ¿Cómo estás, corazón? ¡Qué sopor! Son muchas velas, y las lámparas y el alcohol… pero no los nervios, sólo un poco de expectativa, no más. Mis manos y labios resbalan un poco por su perfumada tez; ella parece sospechar, parece descubrir en mí, debilidad. Debo ser fuerte, demostrar que podré protegerla por toda una vida, pero las piernas no opinan lo mismo y llevan mi humanidad, mi silla y otros tantos objetos al suelo… no había notado lo verde que era el alfombrado. Dos meseros y tú me levantan; el calor, con la vergüenza, se incrementa hasta el borde y ardo. No es nuevo, hay un comburente más, como si la caída hubiese atizado los vestigios de una hoguera.

Oh, mi corazón se vuelve delator… ¿Te encuentras bien? Tu pulso está algo acelerado… vaya idea de entregarle mi muñeca a los dedos expertos de una cardióloga, mientras me incorporo. Y qué más da, si todo mi cuerpo ya ha estado entregado al tuyo? Bueno, nunca en una consulta, y ahora no necesito un diagnóstico (traicionándome) ¿Porqué? ¿No es hoy la noche en la que voy a sincerarme con quien deseo pasar el resto de mis días? Es lo que quiero… ¿O acaso temo lograrlo?

No puedo estar equivocado. No con ella. Por descuido, fui víctima de todo alguna vez, pero eso ha quedado a un lado… mejor dicho, atrás… pero no ha desaparecido del todo, cierto? Ella lo puede percibir… ¡No! Ya nada puede impedir que se lo proponga. ¡Lo he pensado mucho! Tanto como lo he sentido, verdad? En mí, fragilidad. Coraje, y además simpatía debo invocar. Las dudas se disiparán al contemplar sus ojos, y mi sonrisa dará pie a la suya para juntos llegar al momento exacto de esta cena y recibir su aceptación. Es el curso de las cosas.

Oh, mi corazón se vuelve delator… Basta. Me acerco bordeando la mesa, y tomo su rostro entre mis manos. Se abren mis esposas; se cierran nuestros ojos…

Un suave látigo. Una premonición. Estoy temblando e interrumpo el beso, ¿Qué pasa? Dibujan llagas en las manos, que contemplo y las reconozco… ¿Qué haces aquí? No duelen, pero sangran otra vez: un dulce pálpito, tal como aquel día, en ese parque donde le enseñaste a montar bicicleta a un adulto sinvergüenza y que al acariciarlo al caer de la silla sobre el asfalto, recostó su cabeza contra tu seno y pronunció…la clave íntima…

Se van cayendo de mis labios: lo siento, mi amor. No sé qué me sucede, estoy algo inquieto… tengo tantas cosas que contarte… ordenemos, quieres?

Jaibas rellenas, para mí; tan sólo una crema de espárragos, con un poco de pan, para ella. Tengo hambre, mientras mi estómago es un mar picado por una tormenta de rayos, que me enciende aún más. Pocas palabras y miradas transitan por la mesa. Creo que no es el momento, mas ahora debo hacerlo. Un suave piropo se dirige hacia sus oídos mientras mi mano se desliza hacia mi bolsillo, hacia la bóveda que custodia el objeto de mi anhelo.

Un señuelo; ella observa mi brazo. Hay algo oculto en cada sensación, mientras, seguro, le digo cuánto significa para mí, cuánto valoro cada instante a su lado, cada detalle compartido durante estos meses juntos, cada infortunio que logramos sortear… Ella parece sospechar… ahora sonríe… parece descubrir… sorprendida, tapa su rostro en un ahogado suspiro… en mí…

Un corazón de cristal; aquel que (aquel amor) en trozos quedó cuando ella lo arrojó contra la pared, al mencionarle su propietaria original. Ahora, reluciente e imposible, destella ante sus húmedos y centelleantes ojos, que observan como mi incredulidad se combina con una sonrisa que no logro detener, mientras estalla como pólvora en mi interior, una verdad contenida: es como un océano de fuego, que abrasa y enciende mi ser. Oh mi corazón se vuelve delator.

La fiebre volverá… ya está aquí. De nuevo. Debo luchar. ¡Debo luchar!

Un suave látigo recorre la mesa, en forma de mantel ondeante, mientras la cena decora de forma surrealista mi traje nuevo, ahora arruinado como mis días con ella. Mientras huye, levanto la mesa y recorro inútilmente el alfombrado, buscando el anillo que jamás voy a encontrar y que quizás, una premonición, me dice que jamás existió. Corro tras ella, bajo la inmisericorde lluvia.

Ah de ustedes, zapatos nuevos, que rendidos ante unas cuantas gotas sobre la acera, me acercan al pavimento, cuyos diminutos y apiñados granitos dibujan llagas en las manos. Mi corazón no se detiene: un dulce pálpito indica que ha descansado de una opresión eterna. Mientras aborda el taxi, intento pronunciar su nombre, pero la clave íntima se va cayendo de mis labios:

¡No es cierto! ¡Regresa! ¡Te quiero! No es cierto…

Como un mantra…

No…es cierto. Regresas. Te amo.

De mis labios. De mis labios…

Es cierto. Regresaste… amor. Es cierto.

Ya no llueve más sobre mi cabeza. Pasos seductores se detienen ante mí, extendiendo una sombra alargada que me protege. Alzo mis ojos para observarte, incrédula, pero siempre dulce, preguntándome que me ocurre, mientras abrazo tus piernas y lloro desconsolado, cuando el reloj del parque marca las 9:25 de la noche, mientras tu esposo y varios comensales más nos observan extrañados, desde la ventana de este conocido restaurante del centro de la ciudad.

Mauro Z dijo...

Interesándote anecdota de tus días pasados :P

Que es broma, gracias por compartirnos ese elaborado escrito

kxi dijo...

Definitivamente qué buen comentario Sama. Aunque a veces creo que te esfuerzas más en ellos que en los artículos. Y no lo tomes a mal, no es por restarles mérito. Simplemente es que te jalas unos muy buenos complementos a los artículos de los demás.