lunes, 21 de febrero de 2011

Vanishing On 7th Street (2011)

El cine de terror siempre me ha gustado y cuando escojo verme alguna película del género es buscando eso: que me guste, así no logre el cometido de impresionarme. Admito con resignación que hace un buen rato no pasa lo uno, ni lo otro. La última película de terror que me senté a ver juicioso fue Devil (2010), y fue un fiasco. Ahora, con el fin de no dejar de alimentar el morbo por esta corriente, escogí Vanishing On 7th Street (2011) con conocimiento de todos aquellos guiños que se evidenciaban en el tráiler y que se fueron apilando uno a uno, como ceros a la izquierda de la coma, hasta el final de la película, que no es más que otro cero.

Para empezar, esta película cuenta con un reparto de paso; es decir, actores conocidos que, o están en la mala o tienen mucho tiempo libre y una paga segura; para este caso, tenemos a Hayden 'Anakin' Christensen, haciendo el papel de un reportero llamado Luke (¡soy mi padre!) Ryder, quien un día despierta y encuentra que no sólo no hay energía en eléctrica en toda la ciudad, sino un reguero de ropa por todas partes y ni una sola persona, por lo cual empieza a pensar: 1. ¡Woo-hoo! ¡Viejas desnudas!; 2. Cell se los chupó a todos; 3. Esta gente de Improveverywhere ya no sabe cómo vender. Pero no. Todo le indica que en realidad se encuentra atrapado en una evidente y no reconocida segunda parte de Pulse (2006), la cual es a su vez un pésimo reencauche de Kairo (2001), una película de terror japonesa, a la que se le puede encontrar mucho de esa dignidad y respeto con el espectador, que el cine americano no logra tener.

Para rematar, hace aparición nuestro estandarte actoral hollywoodense, John Leguízamo, quien vuelve a quedar mal parado con una producción de este género; la última se la recuerdo en The Happening (2008) (¡y vaya si fue mala!). Cierran el elenco Thandie Newton y un niño al que se le perdió la mamá, todos reunidos en un bar esperando lo peor. Y listo. Lo peor termina pasando en pequeñas dosis de estrés escénico, donde a las sombras que surgen de la oscuridad a veces las ponen a susurrar, mientras que en otras hacen esos sonidos animales que tenían las sombras que se llevaban las almas al infierno en Ghost (1990). Lo admito sin pena: a mí esas escenas me siguen causando un miedo ni el verraco. Para el caso de Vanishing, lo que me causan es pesar.

En contraste, se puede admitir, partiendo de la buena fe que le queda a uno en el fondo del frasco, que el director puso al equipo de edición a entretenerse un rato y a ganarse el sueldo, suavizando la linealidad de la historia con cuatro reminiscencias, una para cada personaje, donde la del niño resulta incluso agradable al oído y a la vista. Pero que la escena de cierre y de salvación sea en una iglesia es imperdonablemente pobre. El final, sin pretender arruinarlo, es el que siempre se ve en estos filmes cataclísmicos: el sobreviviente marchando hacia la ciudad de la esperanza.

Ahí les dejo esta reseña a modo de advertencia, porque de seguro muy pronto esta película se estrene en los cines de la ciudad. Apaguen tranquilos las luces.

1 comentario:

kxi dijo...

Bueno, quedò rescatable de la película http://improveverywhere.com/
Gracias por la advertencia Sama. Aunque generalmente en este género (que me parece bien difícil), me pasa lo mismo.