jueves, 27 de noviembre de 2008

La Kinestesia del Camino

Hoy el Aleph, tras un largo y corto viaje, tras probar sus psicotrópicos habituales, les trae su forma de ver un momento vivido, y compartido para ustedes. Por supuesto, el que lo quiera convertir en palabras mundanas, o describir algo diferente con lo sentido aquí, será muy propicio para los puntos de vista que Los Jueves del Aleph suele buscar.


La Kinestesia del Camino

El camino estaba ante mis ojos, en ese momento no había ningún lugar en el que hubiera preferido estar, era un camino que ya había recorrido infinidad de veces, pero aun así cada paso aguardaba una sorpresa, un nuevo aliciente para continuar adelante, aun solo como estaba.

Y para iniciar solo era necesario dar el primer paso, no sin antes observar detenidamente la profundidad del momento, las señas particulares. El camino debía iniciarse despacio, disfrutando del primer paso, luego del segundo, suaves, casi deslizantes, pasando al tercer paso, que era como el primero pero con más seguridad, con más inercia, a cada paso podía sentir como una fuerza cálida me envolvía reiterando que estaba en el camino correcto. Ante esto no tuve más remedio que seguir adelante, descendiendo por esa poco empinada pendiente, permitiéndome tomar un poco de velocidad que la pendiente me permitía, despojando de los livianos obstáculos que el camino me imponía, hasta llegar a una peculiar subida, no muy alta, pero perteneciente a un verdaderamente hermoso cerro que era preciso recorrer despacio y sin afán, investigando cada parte, encontrando las señas del lugar, llegando hasta su puntiaguda sima que me invitaba a detenerme y descansar un poco ahí para observar el panorama, para observar como todo el entorno se confabulaba para mostrarse aun más hermoso desde ese punto, donde no podía más que estar anonadado, dando una, dos, muchas vueltas en la cima, sin decidirme a bajarme, sintiendo en mi rostro el rose del viento, el sonido que este producía fuertemente al pasar a mi rededor.

En el momento indicado descendí de nuevo, casi sin ganas de partir, pero con muchas ganas de continuar el camino, y sin remordimiento fui avanzando de nuevo, paso a paso, uno a uno, sintiendo como el descenso me llevaba a lugares más cálidos, mas húmedos, con parajes diferentes, con señas diferentes, con sensaciones diferentes, con energías contundentes. El descenso fue tan corto como el ascenso, por lo que muy pronto me encontré en un valle plano e infinito, a menos a mis ojos, ya que luego sabría que no lo era. Lo empecé a recorrer, caminándolo a paso firme, dejando mis huellas a mi paso, llenándome con la inmensidad y la hermosura del momento, al punto que estaba completamente transportado y tropecé en un poco profundo pozo, lleno de una energía única, en la cual me permití zambullirme, renovándome de fuerzas para seguir disfrutando del resto del camino.

Una vez fuera seguí caminando, en un paraje que parecía plano pero que en realidad contaba con una pequeña pendiente, se sentía la humedad del trópico, el sabor del pacífico (aunque no se veía costa alguna), el calor de estar llegando al ecuador, al centro, al motivo principal del viaje, y así fue como de improviso, apareció ante mis ojos unas texturas completamente diferentes a las anteriores, recorridas por ríos, llena de olores, donde en cada paso era necesario tener destreza felina para no deslizar, pero con ganas de deslizarme por completo, de imbuirme en esa humedad, hasta que me permití profundizar en esas tierras hasta quedar completamente perdido, exhausto, pleno.

En esas tierras cualquier ser estaría a gusto de perderse, pero ellas mismas se encargan de devolverte al camino, ya que este aun no ha terminado, y un fin aquí sería inconcluso. Con tanta energía capturada, con tanta felicidad percibida, ya el camino no se puede disfrutar con sutilezas, ya era necesario correr, brincar, saltar, volar, por lo que decidí recorrer unas tierras poco recorridas, no siguiendo el camino en línea recta como hasta ahora, sino tomando trocha perpendicular, volteando el mundo por completo, logrando que el viento ya no soplara hacia mi rostro ni hacia mi espalda, sino enviando mensajes lejos de mi, mensajes conocidos, mensajes creados por mi, pero que eran impulsados por una fuerza diferente, por una fuerza motriz rítmica, repetitiva, contundente, incansable, que me quitaba toda la energía, y me la devolvía transformada en sensaciones, en sentimientos, en pasiones. En ese momento el camino era único, inconsciente, debía recorrerlo lo más pronto posible, sintiéndolo y dejándolo, corriendo, brincando, atravesándolo por completo, volando, yendo cada vez más rápido, observando ahora si el final, final recurrente y único al tiempo, final completamente mundano, pero rodeado de magia, de efectos, de kinestesia, donde los sonidos brillaban y los sabores cantaban, hasta que la llegada fue inminente y todos se volvieron cada uno, y cada uno se volvió solo uno, y en ese momento, al final del camino, me daba cuenta que solo no era como estaba, y que ella había llegado conmigo… al final.

Mauro Z

4 comentarios:

Andrea dijo...

Gracias por compartir esta hermosa narrativa...me genera ciertas emociones que me llenan completamente..

Anónimo dijo...

Uy...
El texto esta muy bien construido, aunque tuve que leerlo un par de veces para ver su verdadera esencia.
Te felicito, al parecer aún tienes el don de hacerme estremecer sólo con palabras.

Macaco dijo...

Interesante texto, no voy a dar mi punto de vista porque delataría el color de mi alma, además de pordebajear (existe ese verbo?) lo logrado por MauroZ

kxi dijo...

realmente bueno.