jueves, 19 de febrero de 2009

Expiación

Leer desde grandes alturas y de manera utilitaria, es una opción válida y frecuente de contemplar nuestra realidad y de construir criterio y aptitud. Leer con pasión e interés, volando a ras de suelo es aquella otra opción que conlleva simultáneamente a sentir, interpretar, entender, ignorar, confirmar, comparar, recordar e inspirarse con lo que está escrito.

El capítulo número 34 de Rayuela (Cortázar, 1963), desencadenó como si fueran sonidos de una orquesta cada una de las anteriores acciones en quien escribió este texto que hoy les comparto para que tengan una aerodinámica experiencia literaria que no los agobie, pero sí que altere su percepción y les despierte sensaciones que hoy, jueves del Aleph, nos encantaría conocer:

Expiación

Son cuentas, gráficas, sendos puñados de datos y datos que viajan por la red y llegan directo a posarse sobre aquella rama ante su vista, sonrosada por la nieve y la sangre, o tal vez por la vergüenza de no haber corregido a tiempo el informe, y el jefe que no para de llamarme una y otra vez, sabiendo que ella no va a volver, que ahora él es alimento de lobos y que sus restos ahora hacen parte de la interminable lista de funcionarios que sueñan despiertos, en un letargo de esperanza inerme, entumecida como la punta de mis dedos acariciando el blanco manto sobre el cual pienso debe ser aumentado, pues comprenda, jefe, que quizás no ha valorado mi dedicación y amor contenido que ahora fluye en un caudal minúsculo desde mi herida, marcando mi entrada a su oficina, González! Mi tiempo es valioso y usted no ha valorado lo que por años le hemos arrebatado, aquel puñal plateado, precioso como sus manos bañadas por la luz de luna que nos contempló con lástima, al verme compungido y absorto en mi reloj, de paso cansado e inexorable, hacia mi cita con el hades, oscuro, amplio y sincero como la sonrisa que ahora me invade y resuena por todo el pasillo, ante la mirada incrédula de mis compañeros, quienes se acercan serpenteando rocas, troncos y raíces, bufando un sepulcral hálito de hielo y ceniza, que me impulsa a correr hacia el baño, y esputar por espasmos toda la cólera precipitándose hacia mí, con una voz tan lúgubre como cierta, profiriendo un mantra que empezaba a desprender de mi conciencia lo ocurrido, mientras observaba como mi rostro desmadejado adquiría nuevas formas de un color negro y pesado como la brea, consumiendo mis restos y enviándolos hacia el fondo de mi mente, donde yacía ese otro ser, ignorado por estar persiguiendo un ideal ajeno y banal que adquiere el alcance y ligereza de una peste, arrastrando vertiginosamente el eco de mi rencor hacia su puerta, tan cerrada y desafiante como mis puños, despotricándola en infinitas astillas que a un sordo estallido, proclaman con dianas mi gran mediodía, erigiéndose sobre la tundra que me vió impávido, incapaz siquiera de balbucear un apellido, que ahora no es mío, sino de quienes me aguardan, incautos y desnudos, junto a la chimenea, como despojos sórdidos de un deseo consumado, jefe, suelte ese teléfono, acallaré con gusto y de una vez con el orgullo que lo corroe, que no te permitió comprender cuánto anhelé que tus llamas incendiaran este gélido corazón que ahora estruja con fuerza su enjuto cuello, mientras con la otra aprisiono sus miembros, frágiles y serenos sueños, donde ahora la culpa y la locura morarán intensamente hasta el ocaso de tus días, sin color, sin vida, ahora que, desconsolado, acepto mi derrota ante la cobarde misericordia, que me ha condenado a descender triunfante, como un orgasmo venenoso y mortal, al infinito abismo de mi mente, de donde químicos y descargas tendrán fútil efecto al intentar sacarme a flote, y me reiré eternamente. Y dormiremos tranquilos.

Sama
Nov./06

2 comentarios:

kxi dijo...

Puff y yo teniendo que entregar algo a mi jefe en hora y media, que tardaría toda una tarde en hacerse. Cómo llegas a mí en este momemto, cuando tanto sueño tengo, maldita expiación!

Mauro Z dijo...

Interesante texto el que nos compartes Sama,. muchas gracias