martes, 16 de septiembre de 2008

Cómo se elige una buena cena

Y terminó el Ajazzgo. Y lo disfruté. Como se disfruta un banquete. Porque creo que esa es la forma como se debe disfrutar un festival como estos. Tiene unas entradas, un plato fuerte, unos acompañantes, una sobremesa y un postre. Cada plato se puede disfrutar suavemente, o por pequeñas probadas con la intención de no llenarse. Cada uno dispone de un tiempo y un dinero para comer, y puede decidir llenarse a punta de entradas y sobremesa o comer sólo el plato fuerte, o tener el estómago (oído) y el dinero para comer de todo, y sin dejar arroces en el plato.


Este año, yo pedí una pequeña y deliciosa entrada (cortesía de la casa) y pasé directamente al plato fuerte (cortesía de una buena amiga a la que le dije: "cómo se te ocurre, yo pago la mitad"). El año pasado me alcanzó el tiempo para un par de entradas y hace dos años comí como en esta ocasión. Sólo que el plato fuerte fue diferente: Un Eddie Palmieri que nos hizo poner los pelos de punta a Sama con su despliegue de notas en ese piano endemoniado.

En esta ocasión, viviendo el Ajazzgo como un espejo de hace dos años, me di cuenta que hasta ahora sólo he sabido disfrutarlo de una manera:

Se selecciona la entrada: Ojalá gratuita, y no porque no quiera pagar porque se sigan haciendo estos eventos, sino porque es una pequeña muestra de cómo los costos de la organización pueden ser cubiertos por patrocinadores para que todo el pueblo que quiera tener acceso, pueda hacerlo. Para esto, aunque la Tertulia es un escenario de disfruto mucho, siempre prefiero los Cristales. Un espacio, abierto, circundado por un pequeño y poco tupido bosque, en la ladera de las montañas que rodean la ciudad. Un espacio donde se congrega el pueblo, sin distinciones de ningún tipo y donde el espacio entre escalones es suficiente para que la gente disfrute, entre el pueblo de su espacio vital. Ancestros y Nueva Manteca, fue la delicia que este año elegí. Más por conveniencia de tiempo, que por decisión concienzuda (aunque a Nueva Manteca ya lo había escuchado).

Se abre paso al plato fuerte preparando el paladar: Ancestros, fue más picante que Nueva Manteca y a mí me encanta el picante. Pero me gusta un picante que me deje deleitar el resto de sabores, no uno absorbente que duerma la lengua (o la prenda). El picante de Ancestros, fue apenas apropiado. Hay quienes, tal vez mayores conocedores del Jazz, que dirán que tener a un grupo ganador del Petronio del año pasado, no es garantía de tener buen Jazz, es más, que eso no es Jazz. Y puede tener razón, pero yo creo que dentro de los elementos básicos que debe tener el Jazz, y que me corrija un músico, la interpretación de este grupo cumplía (incluso sin tener en cuenta que el Ajazzgo cobija a los creadores de Jazz experimental).

Con el piquecito en la boca de Ancestros, se suaviza y se neutraliza con Manteca para pasar al plato fuerte. Este grupo holandés, en el papel, porque tiene integrantes de más partes del planeta. Los intentos por enviar un mensaje en español que salían del balbuceo del holandés que dirige la banda, son chispas de sabor, que se mezclan con el son del baterista cubano y el baile de las notas del saxo. Definitivamente, un placer.

El plato fuerte: Este año, también fui invitado a verlo. Y ya creo que cada vez que decida comer en el Ajazzgo, querré pedir el plato de la noche. Lo pediré sin saber de él. Como lo hice en las dos ocasiones que lo disfruté. Iré sin prevenciones; ignorante en el tema; con los sentidos dispuestos y perceptivo. Toquinho, fue el plato fuerte de esta versión. Con una música que me costaría identificar en un género y que seguramente en mi carpeta archivaría como (brasilera o bossa). No se qué fue lo que escuché. Sólo que me hizo vibrar todo el cuerpo; que me adormeció; luego me estremeció; que me deslumbró. Acompañado, de una gente impresionante (como la pianista, la cual Toquinho denominó, concordando con mi opinión, como la mejor del mundo).

El plato fuerte, se degusta en compañía. Porque es tan bueno, que es necesario compartirlo. Ese egoísmo que nos dice que aprovechemos cada momento en soledad se rompe por la imperiosa necesidad de brindarle a alguien el placer tan grande que produce escuchar a este genio de la música. De verlo, de saber de su vida y conocer en ese español entremezclado con portugués, italiano y quién sabe qué otro idioma más, que "tocar guitarra, aunque sea muy duro, no es más duro que trabajar" o que "el whisky es el mejor amigo del hombre: el perro embotellado". Verlo tocar esa guitarra con tal maestría, es formidable. Pues el plato fuerte, es la razón de la cena, y por eso nunca se olvidará el sabor de ver como con una velocidad increíble se punteaban las cuerdas de una guitarra electroacústica inalámbrica mientras que con la otra mano se apretaban los trastes uno por uno como provocando una ola de notas. Si, claro que sí! El plato fuerte, se come acompañado.

Gracias Salamandra por este exquisito banquete que me permitiste compartir.

2 comentarios:

Sama dijo...

Qué delicia de artículo. Por cuestiones económicas y de salud, no logré satisfacer mi apetito este año como hubiese querido; sólo logré un pequeño bocado, compartido entre muchos, de Gianni Bardaro Sinestetic Jazz.

El jazz experimental es un plato que se degusta solo y acompañado a la vez: el sentido del gusto hace sinapsis con el del oído; los ojos se conectan con el tacto y te acercan a ese acompañante especial, mientras todo converge hacia los corazones palpitantes de ritmo y musicalidad.

Mmm... me dió hambre. Voy a escuchar jazz un rato.

kxi dijo...

Esa era la idea: Que diera hmabre