sábado, 18 de octubre de 2008

Lávate Las Manos

Hace algunos meses que quería escribir este artículo, pero las ocupaciones, las vueltas de mi cabeza y la vagancia no me habían dejado hacerlo. Todo empezó cuando estaba en el baño de una de las universidades privadas de mi ciudad, más específicamente, una de las universidades privadas de más estrato de mi ciudad. Yo estaba en el orinal teniendo una deshidratante y agradable conversación con el viejo Tales de Mileto, y al lado mío había un post-adolescente (estudiante de pre-grado, asumo) llevando a cabo una labor parecida. La cuestión es que el personaje en cuestión terminó su misión (o micción) se acomodó el pantalón, se miró en el espejo (si, todos los hombres nos miramos en el espejo, la diferencia con las mujeres es que estas se miran en cualquier superficie brillante, una cuchara, un CD, un parachoques, lo que sea), se acicaló, abrió la puerta y salió del baño.

Muy a mis adentros algo me decía que faltaba algo, que ese cuadro no estaba completo. Así que decidí repetirlo en mi cabeza: terminó, se miró en el espejo, se acicaló, abrió la puerta y se fue. Algo faltaba, estaba seguro, entonces una vez yo hube terminado, fui siguiendo los pasos. Terminé, me acomodé el pantalón, me miré al espejo, abrí la llave y me mojé las manos, tomé jabón y me enjaboné, volví a abrir la llave y me enjuagué, pasé un rato con las manos bajo el delicioso aire caliente del secador de manos (es delicioso cuando uno está en un salón con aire acondicionado) y por supuesto ahí caí en la cuenta, nada de esto lo había hecho el personaje aquel.

Básicamente había tenido sus manos sosteniendo su mas preciado amigo, aquel que pasa horas encerrado en un pantalón y en una ropa interior (espero), aquel que inevitablemente sudará, se humedecerá, se estirará, se contraerá, y tras terminar su labor, simplemente salió del baño a enfrentarse al mundo de esa forma. Con esas manos mas adelante cogería el emparedado que le convidó su amigo, acariciaría la espalda de una de sus amigas, tal vez el cabello de otra, incluso puede que al despedirse sea de los que coloca sus manos en las mejillas para afianzar el beso, tal vez tomaría prestado el lapicero de su amigo, el mismo que siempre ha mordido, en fin, seguiría la vida en su mundo, sin haberse inmutado en la higiene de sus manos (si así es con las manos, no quiero saber con el resto del cuerpo).

Ya se podrán imaginar que estuve como 15 segundos mirando la puerta del baño desde adentro, ya que es de esas puertas que tiene brazo mecánico para mantenerla cerrada, y la única forma de abrirla consistía en tomar el pomo, el mismo pomo que había tomado ese personaje. Afortunadamente en ese momento alguien entró, yo aproveché para sostenerla desde un lado y salí de ahí un poco contrariado. Después de eso le puse mucho cuidado cuando entraba a cualquier baño en la universidad, en los centros comerciales, en mi trabajo. Me sorprendió que justo en la universidad, en la cuna del conocimiento, es justo donde más personas tienen esa costumbre, me sorprendió que fue muchísimo, diría que la mayoría, de los hombres que vi en el baño de la universidad, los que salían sin lavarse las manos.

No se como es con las mujeres, aunque leí un artículo con una alusión parecida escrito por una mujer. Por tal motivo hago la pregunta abierta:

¿Siempre que vas al baño te lavas las manos?

PD: La foto es tomada por mí, en el baño de un ingenio. Si alguien consideró que era necesario dejar un cartel con esa información, es porque debe haber visto lo mismo que yo y adquirido la misma preocupación, ¿será que es más común de lo que pudiéramos pensar? Les dejo un cartel que encontré en la red, por si consideran pertinente colocarlo en alguno de los baños que frecuentan.

5 comentarios:

Sama dijo...

"Hay dos tipos de hombres: los que se lavan las manos antes de mear, y los que se las lavan después; yo me las lavo antes. ¿Por qué? Porque mi p*** es sagrada. Hay que reverenciarla. Es el centro del universo mundial. ¡La manguerita de la alegría! Tú deberías hacer lo mismo".

"Tú no sabes la cantidad de excrecencias y microorganismos microbianos que hay en la calle como para luego tocársela. Hay que respetarla...". José Luis Torrente – Torrente, El Brazo Tonto De La Ley (1998)

Desde luego, hay que lavarse las manos después de ir al baño, por respeto a los demás. Pero hay que empezar por respetarse a sí mismo. Lávatelas antes también.

Anónimo dijo...

He visto esa misma situación en el baño de mujeres y creeme es completamente preocupante, lo he visto en centros comerciales y universidades... desafortunadamente te dejan pensando cuantas veces has tenido contacto con alguien que cae en esta insana práctica?
Eso me deja muy turbada...

kxi dijo...

A mí no me sorprende, lo cual no quiere decir que no me preocupa, pero no me sorprende (sociedad cochina esta heredadad de Europa con las ansias de limpieza heredada de América)

Absurda dijo...

Me parece muy relevante tu llamado de atención! ahora hasta voy a empezar a ver a las otras personas con desconfianza!jajaja...eh? creo tambien es un sintoma de esquizofrenia pero bueno! "uno nunca sabe" jeje

Queria aprovechar tambien para hacer una denuncia con respecto a un habito grotesco que tienen ciertas damas: pararse en la taza del baño...digo, si no se quieren sentar no lo hagan!, pero es realmente desagradable encontrar un baño con restos de barro y quien sabe que cosas mas al rededor...además no me imagino como les funciona esa pose...no, no quiero tener esa imagen mental.Bueno, eso era :P

Buen post ;)

Anónimo dijo...

Pienso que desafortunadamente este es un problema cultural que viene desde la casa, es una situacion de crianza y ejemplo en el hogar... desde que se le enseña a un hij@ a ir al baño, a "soltar" el inodoro, a LAVARSE LAS MANOS...
Ya en una Universidad poco se puede hacer con personas que tienen un hábito adquirido, aunque claro el letrero no sobra y culturiza, busca que los que saben leer sean aseados si les provoca seguir la instrucción que allí se sugiere para su bienestar.